Un año sin ti, Luis

Marco Moretti

Un año en el que he intentado encontrar palabras para describir lo que eras para mí, pero nada parece suficiente.
Decir que eras único no alcanza.
Intentar explicar nuestra conexión, esa sincronización perfecta entre nosotros, es imposible.
Luis, eras mi fuerza, una presencia que llenaba todo.

Recuerdo esa noche como si fuera ahora.
Estaba a tu lado, intentando aliviar el miedo que tenías mientras tu respiración se hacía cada vez más difícil.
Luchaste como el guerrero que siempre fuiste, pero al final, ni siquiera tu inmensa fuerza pudo más.
Cuando alguien tan fuerte como tú decide que es momento de descansar, no queda más que aceptarlo.

Durante meses intenté prepararme para despedirme, pero nunca se está listo para una vida sin ti.

Duele pensar en todo lo que extraño de ti: tu solidez, tu carácter firme pero justo, la forma en que te comunicabas con tus hermanos con solo una mirada a la que no había derecho de réplica, tu manera única de ser familia.

Al adoptarte no fui yo a salvarte a ti, fuiste tú a salvarme a mí. Está clarísimo.

Tú eras mi refugio. Siempre estuviste ahí, confiando en mí incluso en tus momentos más oscuros, cuando tus miedos parecían insuperables. Pero juntos ya no lo eran.
Me hacías sentir importante. Ahora sé que no lo era yo: lo importante era lo que podíamos conseguir confiando el uno en el otro.

Tu ausencia es enorme, pero también lo es todo lo que dejaste.
Tus enseñanzas, tu fuerza, tu capacidad para hacer que cada momento contara.
Incluso en tus últimos meses, cuando sabías que el final se acercaba, me enseñaste a disfrutar lo que teníamos, a hacer que cada día juntos valiera la pena.

Hoy, al recordarte, todavía hay dolor y melancolía. Y no me parece justo.
Lo que compartí contigo fue un privilegio que merece dejar espacio solo a la felicidad y a la gratitud por cada segundo que vivimos juntos.

Gracias, mi inmenso Luis, por todo lo que me diste, por enseñarme tanto, por hacer mi vida mejor.

Te amo, para siempre.
Ciao, jefe. Mi inmenso Luis.