Señales de calma: mérito y límites en el lenguaje canino
Marco Moretti
Las señales de calma, propuestas por Turid Rugaas en 1996, marcaron un antes y un después en la observación del lenguaje canino.
Popularizó comportamientos como bostezos, giros de cabeza o lamerse el hocico, interpretados como gestos para evitar conflictos.
Aunque su trabajo promovió un mayor respeto por la comunicación canina, limitarse a estas señales genera malentendidos.
Lamerse el hocico no siempre implica estrés o incomodidad; puede ser parte de procesos funcionales, como captar mejor información olfativa en el aire.
Por su parte, el bostezo, lejos de ser un simple 'gesto calmante', puede estar relacionado con liberar tensión acumulada.
Además, asumir que estos comportamientos son intencionados o deliberados simplifica lo que realmente ocurre a nivel fisiológico, como respuestas automáticas.
Hemos llegado incluso a intentar "bostezar" frente a los perros para calmarlos.
¿De verdad creemos que esto tiene sentido para ellos?
Es más probable que, si perciben algo, sea nuestra propia tensión, consiguiendo justo lo contrario de lo que buscamos.
Estas interpretaciones limitadas subestiman la complejidad de su lenguaje.
El lenguaje canino abarca mucho más que señales de calma. Incluye proxémica, marcajes olfativos, posturas corporales, estrategias contextuales, lateralización motora y otros elementos que conocemos hoy.
Por ejemplo, la lateralización motora, vinculada a factores neurofisiológicos comunes, podría ser más universal que señales específicas.
Esto contrasta con gestos que, debido a diferencias morfológicas, pueden no ser entendidos entre perros de razas diferentes.
No es casualidad que razas como akitas y bulldogs franceses tengan 'lenguajes distintos', lo que puede derivar en conflictos.
Pensar que el lenguaje canino es universal es una simplificación.
Sus capacidades comunicativas dependen de factores como genética y experiencia.
Respetar a los perros requiere observar su lenguaje desde un enfoque amplio, considerando su diversidad y complejidad.
Desmontar las señales de calma no invalida el aporte de su creadora.
Reconocer que el lenguaje canino es más amplio y dinámico nos permite avanzar hacia una comprensión más completa y respetuosa.
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