Los perros no se roban, se secuestran

Marco Moretti

Cuando alguien secuestra a un perro, no está quitando un objeto.

Está desgarrando una familia, rompiendo vínculos que son pilares de bienestar tanto para el humano como para el animal.

Es indigno, es una vergüenza, que todavía hoy, en tantos países, las leyes traten a los perros como simples "propiedades".

Se roban carteras, coches, teléfonos.

Un ser vivo, con emociones y lazos afectivos, no se roba: se secuestra.

Y lo que sucede cuando un perro desaparece no tiene nada que ver con la pérdida de un bien material.

Lo que se genera es un trauma que no cicatriza.

Personas y animales quedan marcados para siempre, enfrentando vacíos emocionales y miedos que transforman para siempre su manera de vivir.

¿Hasta cuándo vais a ser tan ciegos, políticos?

Tan ágiles para perpetuaros en el poder, recaudar impuestos y aseguraros pensiones doradas, pero incapaces de legislar con justicia y empatía.

¿De verdad no entendéis el daño que causan estas normativas obsoletas?

No hace falta mucha inteligencia para comprender que un perro no es una cosa, que un ser vivo tiene derechos, que arrancar a un perro de su hogar debe tratarse con la gravedad de un secuestro, no de un robo.

Ponedle rostro:

la niña que no puede dormir preguntando por su perro.

El anciano que ha perdido al único compañero de su vida.

La familia que vive cada día con la incertidumbre y el miedo de imaginar lo peor.

Cambiar esto no es difícil.

Existen las herramientas, solo falta voluntad.

Hay que imponer sentencias gravísimas para quienes secuestran un animal.

Porque no estamos hablando de un delito menor, sino de una tragedia que destruye vidas, humanas y animales.

Basta ya de leyes que tratan a los perros como mesas o bicicletas. Que no protegen ni sus derechos ni los de las familias que los aman.

Cada vez que un perro es arrancado de su hogar y tratado como un objeto, no solo se rompe su mundo, también se quiebra nuestra humanidad.