Lo único que importa

Marco Moretti

Es que, a veces, te das cuenta de lo insignificante que eres frente a ciertas realidades.

Estás ahí, con todo lo que sabes, con tus mejores intenciones, y te enfrentas a un perro que, en ese momento, te ve como su mayor amenaza.

No importa lo cuidadoso que seas, cómo le hables o cuánto lo intentes.

Para él, no eres nadie. Eres miedo.

Y eso duele.

Lo ves atrapado en una estereotipia, su corazón a punto de explotar, y sabes que no se trata de ti, sino de lo que la vida le ha hecho.

Pero no puedes evitar sentirte pequeño, como si nada de lo que haces fuera suficiente.

Todo lo que has aprendido, todo lo que intentas enseñar… parece tan lejano frente a esta realidad.

Te preguntas, una y otra vez, dónde hemos fallado.

Porque si todo esto realmente sirviera, estas cosas no deberían seguir pasando.

Y lo peor es la sensación de impotencia, de estar frente a algo inmenso mientras tú eres tan pequeño. Sin aplausos, sin certezas, sin nada más que la crudeza de lo que está delante de ti.

Ahí, el ego desaparece, las teorías se desmoronan y solo queda el peso de la pregunta: ¿de verdad estamos haciendo algo que valga la pena?

Y entonces, pasa algo.

Es pequeño, casi imperceptible, pero suficiente para cambiarlo todo.

Por unos segundos, el miedo cede.

Quizá deja de temblar, o su mirada se relaja un poco.

Quizá, por primera vez en mucho tiempo, encuentra un poco de serenidad, aunque sea breve.

Y no lo logras porque haces algo extraordinario, sino porque le diste lo que necesitaba de las mismas personas que lo dejaron roto: quienes le quitaron todo, pero no su nobleza.

Porque le diste espacio para ser, sin exigirle nada más que estar.

No sé si algún día podremos cambiar todo lo que está roto. Quizá no.

Pero si, aunque sea por un momento, puedo ser ese puente, ese instante de alivio en medio del caos, entonces tal vez eso es lo único que importa.

Porque a veces, el propósito no está en arreglarlo todo, sino en ser, aunque sea por un momento, esa chispa que les devuelve un poco de serenidad.

Y, ¿sabes qué? Ese momento, por pequeño que parezca, basta.

Porque, al final, lo único que importa es devolverles algo que les robaron: seguridad, serenidad y dignidad.