La calma no se pide, se vive

Marco Moretti

Últimamente se habla mucho de la “calma” en perros.
Se ha convertido en una moda: nos dicen que debemos “entrenarla”, que sentarnos juntos a nuestros perros en el parque es el ideal de equilibrio.
Y sí, la calma es importante.

Pero, ¿realmente estamos considerando cuándo y cómo intentamos generarla?

La verdadera calma no es ausencia de movimiento, sino un equilibrio profundo entre el cuerpo y la mente.
El concepto taoísta del Wu Wei, “hacer sin hacer”, nos recuerda que la calma real no se impone, sino que emerge cuando todo está en armonía.

No se trata de forzar estados ni de corregir conductas, sino de permitir que el bienestar surja desde dentro.

Un perro tumbado no siempre es un perro en calma.
onseguir que un perro “se quede quieto” no significa que esté tranquilo, así como un humano inmóvil no es necesariamente un humano sereno.

A veces, la quietud puede ser solo una ilusión de calma.

Nos sentamos en un parque con nuestro perro a nuestro lado, creyendo que ambos estamos relajados, pero en realidad él podría estar en control, evaluando cada detalle, atento a lo que ocurre alrededor.

Para muchos perros, la estaticidad fuera de casa no significa descanso, sino una necesidad de vigilar el entorno. Un rol de control que es el único que tienen; no es calma, es una tarea, un ‘trabajo’ que asumen exactamente en el momento en que nos paramos en un sitio. No se detienen, solo cambian de una actividad a otra.

A veces, la inmovilidad es solo una tensión contenida.

Nuestros perros, en casa, se aburren. Pasan la mayor parte del día sin tareas ni momentos novedosos, mientras nosotros no paramos. En este contraste, el momento del paseo se convierte en su única oportunidad de evasión, exploración y libertad.

Y justo ahí, cuando por fin pueden hacer algo distinto, les pedimos que “entrenen la calma”. Como si, tras pasar todo el día confinados, alguien nos pidiera que no disfrutáramos el único momento de aire libre como mejor nos parezca.

El primer paso debería ser otro: entender si realmente sabemos disfrutar la esencia de la calma.
Antes de “pedírsela” a nuestros perros, debemos ser capaces de encontrarla en nosotros mismos. Solo entonces podremos compartirla, transmitirla y vivirla con ellos.

La calma no se ordena, se siente y se comparte.

Lo demás son modas.