El Conductismo en perspectiva: No lo demonizamos, lo evolucionamos

Marco Moretti

¿Te imaginas educar a un niño ofreciéndole dinero por cada tarea que realiza?

Parece absurdo, ¿verdad?

Sin embargo, este enfoque lo aplicamos constantemente a nuestros perros.

Premios como comida o juguetes han sido la base del conductismo clásico, un sistema útil en su momento, pero hoy descontextualizado frente a lo que significa vivir con perros en familias multiespecie.

El conductismo no es “malo”. Tiene un legado científico sólido y sigue siendo válido en ciertos contextos, como la enseñanza de habilidades motoras específicas.

Pero debemos reflexionar sobre sus límites.

Diseñado para entornos controlados, no siempre encaja con la vida diaria, donde los perros no son autómatas que simplemente responden a estímulos, sino individuos con emociones y capacidades complejas.

En su naturaleza, los perros aprenden observando, imitando y conectando emocionalmente.

Este aprendizaje por imitación, profundamente arraigado en su etología, es más sólido y alineado con su forma de ser.

Según Jaak Panksepp, los sistemas de búsqueda y recompensa son fundamentales para un aprendizaje natural.

El sistema de búsqueda activa el placer de explorar e interactuar, mientras que el sistema de recompensa fortalece los vínculos sociales a través de la gratificación emocional.

Reducir el aprendizaje a premios tangibles, aunque práctico, limita estos procesos, dejando de lado el bienestar integral del perro.

El problema no radica en usar recompensas, sino en depender exclusivamente de ellas.

Esto genera relaciones transaccionales: “me das, hago”.

Una convivencia respetuosa requiere más: ¿quiénes somos para nuestros perros al pedirles algo? ¿Somos tutores confiables que inspiran colaboración o figuras que simplemente demandan respuestas?

Repensar el conductismo no es descartarlo, sino ampliarlo.

En una familia multiespecie, donde la colaboración reemplaza al control, necesitamos métodos que conecten con el verdadero potencial de nuestros perros.

No se trata de entrenar, sino de acompañar y entender.

La forma en que convivimos con nuestros perros refleja nuestra capacidad de respeto y colaboración.

¿Estamos dispuestos a replantear nuestra relación con ellos?